Me encuentro en un espacio familiar pero pisando una tierra extraña. Extrañada de mí y de lo nuevo. Había estado antes aquí, recorría los mismos caminos pero pensaba en cosas distintas. Todo dice mucho de un antes, ahora y después (conmigo o sin mí) pero que vuelve cada vez a permitirme observar (me) (te) (lo) y cuestionar (me) (te) (lo). Pasado y presente expresan algo de mí, de lo que creo o creí y de lo que me circunda. Veía rostros, ahora ni los distingo, o quizá sí, pero la rapidez los diluye, ninguno me hace detenerme. Algunos caminan al lado o comparten el aula pero se me han develado conexiones que ellos parecen no ver y si lo hacen parece no importarles ¿Quién se detendrá en pensar en cosas de “pedagogos”? Después de dos semanas parece que se muestran relaciones que se reducen o se vehiculan a través de las nociones de verdad, validez, conocimiento, razón, mito, logos… o simplemente se personalizan en los griegos ¿Y eso no tiene nada que ver con los “pedagogos”? Estoy cursando materias de primer semestre de filosofía, pero adelanto que debí haberlo hecho antes.
martes, 24 de agosto de 2010
miércoles, 4 de agosto de 2010
Vista de cambio
A petición de cierto sujeto que no se asume como lo que es (VAM), escribo ahora sobre el proceso que pasé para cambiar de graduación. Toda la vida (bueno, desde que lo recuerdo) mi relación visual con el mundo ha estado mediada por unas gafas, el diagnóstico ha indicado hipermetropía, lo cual refiere a que mi punto de enfoque se encuentra fuera de lugar (Quizá mi enfoque siempre vaya a estarlo y no sólo el visual). El punto es que el padecimiento ha implicado cambio constante del armazón y grosor de los cristales. He pasado por lentes de pasta, con aro completo o los famosos de tres piezas, siempre buscando aquellos que queden con la forma y tamaño de la cara (aunque termina siendo inútil pues de todos modos terminas con “4 ojos”). El tránsito desde mis primeros anteojos hasta los de hoy da cuenta del progreso de la optometría, mis primeros lentes eran de vidrio de fondo de botella y ahora con la tecnología llamada “High index” son más delgados y pesan mucho menos (sí, los lentes son una carga permanente, so pena de no querer ver). Todo esto sale a cuento por que hace unos días fui a consulta con un nuevo oculista y resulta ser que el médico anterior me prescribió una graduación alterada (sin saberlo tenía un punto más sin necesitarlo). Así que me dirigí a una de esas tiendas con aparadores de cristal donde se mandan a hacer los lentes. Es todo un problema pues a pesar de que tienen diez mil modelos distintos en color, tamaño, forma, jamás he podido elegir uno con el pleno convencimiento de que me agradan ¡Nunca entienden que al probármelos no veo! Total que de todos modos elegí unos y a la semana los tenía listos… ¡Oh sorpresa! era el tiempo de acostumbrarme a ellos y que mis ojos dejaran de soportar el esfuerzo extra que les habían obligado a hacer. Como pasó o ya había sucedido antes, todo se veía más claro (los cristales estaban limpios y sin rayones lo cual nunca pasa con los que uso) pero más grande y lejos de que debería. Cerrar y abrir los ojos constantemente hasta que parecía enfocarse todo y verse de nuevo como antes fue la táctica durante todo un día completo, no obstante, sabía que tendrían que pasar algunos días para que se me olvidara por completo y volviera a la normalidad (ojo! a lo que para mi era normal). Ahora me pregunto si el cambio de lentes y tener una graduación nueva tiene que ver con un cambio en mi relación con la realidad.
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