Llevaste los dedos hacia la
ranura con suma delicadeza y después de un poco de presión, flexionaste tu
brazo llevándote a la boca lo que obtuviste. No podía percatarme del contenido.
Mi vista fue deficiente y aquello me era indescifrable. Me acerqué más a tu
cuerpo. Vi que tu palma transitó hasta donde emana tu aliento, que se
entreabrió como cuando me diriges la palabra. Pero tu silencio se enmarcaba por
el ruido ajeno. Recordaba ese olor de tantos tiempos. Para ti era cual perfume,
embriagante. Apretándolos entre sí, para luego abrirlos un poco, tus labios me
fueron la expresión del placer.
-ICA-