jueves, 8 de septiembre de 2011

Expresión del placer

Llevaste los dedos hacia la ranura con suma delicadeza y después de un poco de presión, flexionaste tu brazo llevándote a la boca lo que obtuviste. No podía percatarme del contenido. Mi vista fue deficiente y aquello me era indescifrable. Me acerqué más a tu cuerpo. Vi que tu palma transitó hasta donde emana tu aliento, que se entreabrió como cuando me diriges la palabra. Pero tu silencio se enmarcaba por el ruido ajeno. Recordaba ese olor de tantos tiempos. Para ti era cual perfume, embriagante. Apretándolos entre sí, para luego abrirlos un poco, tus labios me fueron la expresión del placer. 
-ICA-


jueves, 11 de agosto de 2011

Crónica de las precauciones vespertinas

Él tenía una libreta. Calendarizaba cada una de sus atroces actividades. Escuché cada una de sus hazañas. El monopolio que mantenía en gran parte de la ciudad y las zonas aledañas era impresionante. La captura de “la mano con ojos” era relatada en el radio mientras viajaba a casa en el taxi. Sin duda creían haber capturado al más grande asesino de los últimos tiempos, y las autoridades se vanagloriaban en discursos vacíos de haber tenido la capacidad en sus cuerpos de inteligencia para dar con él… claro, habiendo allanado dos viviendas previamente sin encontrar nada. Especialmente la de un poeta que ahora cuenta lo sucedido por mensajería aviaria, el medio más eficaz de difusión rápida en los últimos tiempos. Como si no supiéramos que las organizaciones trabajan en pirámide y que, dislocando a su jefe, alguno más abusado se colocará por encima. Las instrucciones son muy claras: matar a una hora designada por causales determinadas de antemano. Llevaba una cuenta de más de 600 muertes a mano fría. Ya no se juega con pistolas (de hecho nunca se hizo pero ahora su uso es más extendido y cruel), el avance de las armas se hace patente en su cada vez más sofisticado nombre y el funcionamiento descabellado de quienes las usan.

Mis oídos no daban crédito a lo que oía. –Se evitaron 300 muertes que estaban en puerta– decía el locutor. La incredulidad es inevitable, en esa medida, quizá espere a que esas muertes tengan lugar próximamente aunque sea otra mano la responsable. Un miedo terrible se apoderó de mi cuando vi que el conductor desesperadamente buscaba su teléfono móvil tratando de localizar a alguien. –Hola Mary. Perdón, Mauricio, ¿No está tu papá? ¿Tu mamá?, se fue a correr al faro, dile a tu papá que en cuanto llegue me marque– dijo mientras movía la cabeza indignado por cada frase que salía de las bocinas improvisadas en el tablero. Aquello me parecía algo relacionado con quien rendirá declaración ante el ministerio público toda la noche, o sería mi paranoia (a estas alturas a eso se le llama tomar precauciones). Traté de buscar los elementos de seguridad… sí, como en los billetes. No había elementos que cambiaran de color ni registros coincidentes. Volteé a ver la cédula en mi ventanilla del lado derecho, anoté el nombre del responsable del volante, dudé de que la foto correspondiera a quien tenía enfrente de espaldas. Me fijé en el número asignado por el sitio: 66, desconociendo por supuesto si existe un control serio sobre ello. Seguía fielmente a mis indicaciones para llegar a casa, pero cualquier titubeo del volante me hacía temblar. Dio vuelta por fin en mi calle y algo de tranquilidad me sobrevino. Sin embargo, al pagar, tuve miedo de que pudiera sacar algo de su bolsillo y atacarme, o que se fijara en dónde vivía para futuras ocasiones. Más miedo se apoderó de mí cuando al abrir la puerta del coche dijo –Que dios la bendiga–.

Probablemente no sea la única a la que esto le ha ocurrido. Pero no sé qué pasa con las personas con las que diario me encuentro. Hoy fui testigo de gran cantidad de agresividad, desesperación y “precauciones” que se toman. No estoy en condiciones de decir que sea absurdo (lo anterior da muestras de ello), pero los motivos que lo incitan podrían serlo. Particularmente el metropolitano por las tardes no es el lugar más vacío de la ciudad, ni el más tranquilo. Estando en una de las estaciones terminales, atiborrada de mujeres en la sección destinada para ellas, me incorporé en una fila eterna buscando quedar lo más cerca posible a una de las puertas del primer vagón. Usando bolsas, bultos y el propio cuerpo los empujones no se hicieron esperar al tener el transporte enfrente. Las caras de satisfacción de quien lograba sentarse es imposible que las describa. Veía en ellas un dejo de felicidad por la victoria en la competencia, pero que no correspondía a mitigar su cansancio yendo sentadas, sino por poder ver a las demás desde abajo (al contrario de lo que normalmente aplicaría). Las que estaban arriba, en pie, volteaban abajo con insultos que se tenían que tragar pues nadie era responsable de su situación más que no conocer las astucias para conseguir lugar (saber en dónde llegan las puertas, ser lo suficientemente agresiva como para que te teman y te dejen pasar de filo, saber hacia dónde empujar a las demás para llegar al lugar apropiado en el vagón, pero sobre todo, tener la suficiente paciencia para esperar el siguiente o humildad para aceptar la derrota).

Se llenó tanto que las cosas iban empeorando. –Es el calor el que hace que uno se enoje y reaccione así– dijo una señora después de ver cómo todas se quejaban por ir cuerpo contra cuerpo. – ¿Por qué no se van en taxi? – respondió otra más. La más grande preocupación de todas era el aplastamiento que sufrieron dos niñas, que sus madres intentaron utilizar para sentarse. –No puede ser que haya mujeres inconscientes que no le den el lugar a las mamás que traen a sus hijos–, –Déjenle el lugar a la señora con la niña–, –Para eso están los lugares reservados–, –Se hacen las sordas–, escuché que gritaban sin lograr que alguien se moviera (de risa, pues, aunque quisieran, era prácticamente imposible moverse ahí adentro, sin contar que las niñas ya estaban bastante grandes como para poder sostenerse de pie sin asfixiarse contra la espalda de las pasajeras). Pero me pregunto si realmente esos gritos de reclamo se debían a la procuración del bienestar de las niñas o al placer de quitarle la victoria a alguien que estuviera sentada.  

No sé qué me aterró más: pensar que no saldría en la estación de mi destino sin haber sido acribillada por alguna mujer aferrada, que tal vez no llegaría a casa sin que el conductor me hiciera algo, saber que hay asesinos que no trabajan solos que saben perfectamente cuál será su próxima víctima en la ciudad o que pueden irrumpir en mi casa en cualquier momento buscando armas para pedir disculpas después.

¿Será que necesito mi dosis de pulsatilla?



miércoles, 13 de julio de 2011

Libertad anunciada

Hoy me declaro libre. Soy libre de las expectativas que pusieron, ponen y pondrán sobre mí. Ya no cargo con lo que otros desearon para mí, lo desean ahora o desearán después. No fui lo que quisieron, no lo soy ni lo seré. La libertad es la única que me ha hecho presa hoy. No respondo por los demás, sólo por mí. Dejo los arrepentimientos por lo que hice y mucho más por lo que me quedé con ganas de hacer. Fuera de culpas por no cumplir el modelo y seguir los trazos planeados desde antes de ser concebida.

Lo lamento por aquellos que me delegaron expectativas, que supusieron la manera en que yo sería feliz (y más aún si creyeron ser felices ellos esperando algo de mí). Siento mucho (quizá no tanto) por quienes pensaron que nunca me iría, que siempre estaría ahí. Ahora no lo estoy y no lo estaré más. Me encuentro dónde, cómo y con quién quiero. Incluso me libero de lo que yo misma he puesto sobre mí, todo. Hoy.


viernes, 24 de junio de 2011

Te encontré

Para JRN

«He encontrado a la persona con quien puedo representar mi papel, hacer realmente mi papel de mujer, representarlo todo con mi cabeza o mi cuerpo al ritmo de la sangre. No la representación de las ideas, donde el instinto se rebela contra la comprensión. Dice: «Tengo una idea». E inventa, crea –fantástica y mágicamente la vida. Cada detalle de la vida.»

Fuego, Diario Amoroso (1934-1937)
Anaïs Nin



lunes, 28 de marzo de 2011

La formación disciplinaria del posgrado en debate

En estos días me he encontrado con diversas referencias a lo que está sucediendo con los estudios de posgrado. Por un lado, problemáticas que tienen que ver con el estatuto de dicho nivel de estudios en el marco del proyecto de universidad en general, por otro, las relaciones entre financiamiento (principalmente de becas) y la calidad académica. Sabido es que en nuestro ámbito, el CONACyT ha establecido criterios para determinar qué posgrado tiene calidad académica. Estos criterios apuntan, entre otras cosas, a la eficiencia terminal.

Estaremos de acuerdo con que esto ha implicado que los posgrados estén desesperados por lograr el porcentaje marcado, pues si los alumnos no terminan, quizá ello no represente problemáticas para ellos, sino en “la imagen del programa”. No obstante, pensando en esto, se ha querido cuidar el perfil de ingreso. Las estrategias han ido desde la aplicación de exámenes de conocimientos generales, el requerimiento de más documentación, ensayos de temáticas consideradas básicas, entrevistas, entre otras. En el posgrado en pedagogía, en el que me encuentro haciendo la maestría, esta situación se ha tornado un tema de discusión pues las decisiones repercuten necesariamente en el campo. Si bien este posgrado en la UNAM tiene como antecedente, en el caso de maestría, la MADEMS, y está estrechamente ligado a las pretensiones de profesionalización, se ha establecido claramente que se trata de un posgrado de investigación. Y este es uno de los principales problemas a los que se enfrenta, pues desconociéndolo recurren a él con fines de actualización, tratando de enmendar sus carencias didácticas, o bien, tratando de realizar contribuciones educativas a su disciplina, escuela o institución de origen.

La decisión de delimitar el perfil de quienes ingresen, especialmente el cuidado de las temáticas de los proyectos, redundará en la delimitación del campo de la pedagogía. En este caso, la presentación de un buen currículum, donde se demuestre tener una trayectoria que avale trabajo en el ámbito educativo (así de amplio) no puede ser el único criterio, pues el asunto que se debe tratar en la definición de quiénes ingresan y con qué proyectos tiene que pensarse en función de su impacto en la concepción de la disciplina. Este posgrado al darle prioridad a criterios de ingreso no temáticos, ha abierto las puertas (a veces hasta inexistentes) a trabajos de diversa índole y que en muchas ocasiones pareciera que su nexo con lo educativo es un mero agregado. Son aproximaciones tangenciales. Aunque en el peor de los casos, lo que ocurre no es que no aborden lo educativo, sino que confundan el ámbito de la pedagogía con la didáctica, la psicología educativa, entre muchas otras cosas.

Se piensa que por tener experiencia en la docencia, por estar en el ámbito académico de alguna forma, se es capaz de establecer una reflexión seria sobre la educación (hasta aquí coincidimos), el punto es que se cree poder hacerlo así desde la pedagogía. El punto es que si bien desde su disciplina pueden estudiar a la educación, hacerlo desde la pedagogía requiere tener marcos conceptuales claros que la propia disciplina ha luchado por aclarar. Hablar de pedagogía y educación no es lo mismo, hablar de didáctica, enseñanza, aprendizaje no significa hablar pedagógicamente ni desde la pedagogía.

La evaluación de los proyectos, aunque se ha hecho, pareciera no ser fundamental, pues los evaluadores no tienen un perfil académico homogéneo (o eso circula en los pasillos). Muchos de ellos no tienen una formación en pedagogía, sino en sociología, antropología, psicología, etc. El reto no es que se cierren las fronteras y el posgrado se vuelva endogámico, sino que teniendo claro su propio ámbito de reflexión, la especificidad del campo, se cuide el perfil de quienes ingresan. Es un peligro fuerte para la disciplina en términos generales que los proyectos de investigación de un posgrado que forma en ella no le concedan la seriedad que merece ni le reconozcan su especificidad en el abordaje de lo educativo.



lunes, 21 de marzo de 2011

En busca de mi comunidad de diálogo

Sabido es que en los eventos académicos la posibilidad de diálogo queda mermada por la presunción de ser los únicos que entendemos lo que sucede en nuestro trabajo. Me queda claro que yo la tengo aún más difícil, pues he optado por servir a dos amos y como dicen, con alguno o ambos siempre se queda mal. Esto no se debe al trabajo que uno realiza sino a cierta exclusividad por lo que se construyen muros de una supuesta especificidad.

La pedagogía y la filosofía comparten desde siempre una extraña relación, no desconocida pero sí desvalorizada. Tengo el gusto (no sé si la habilidad) de servir a ambas. Intento formar parte de esos intersticios en los que ambas se tocan y que son, en sobradas ocasiones, tierra de nadie.

Sin embargo, haciendo lo que todo estudiante debe hacer (léase preparar ponencias para congresos) presenté a finales del año pasado un pequeño trabajo en el que pongo de manifiesto la relación que existe entre la hermenéutica y la pedagogía y la que creo puede haber entre ellas. El primer congreso fue de pedagogía y el segundo de filosofía, ambos dieron acogidas distintas a mi trabajo.

Mi mayor miedo era someterlo a los filósofos, pues creía que despreciarían todo aquello que huele a foamy (al no tomar con seriedad a la pedagogía). Pero también sentía que mi punto débil era la propia hermenéutica por lo que frente a expertos tendría que aventarme por la borda. Tenía más confianza de hablar del tema con mis ya antiguos colegas. Algo me hacía suponer que podía ser interesante para los pedagogos enterarse de una veta de investigación que tiene mucho que decirnos sobre nuestra disciplina. ¿Cuál fue mi sorpresa?

En el congreso de pedagogía los trabajos que se presentaron fueron por mucho alejados a mis pretensiones. El enfoque filosófico, o por decir algo, teórico (que sigo sin saber qué es), fue nulo y se me acusó –enmascaradamente– de ser de la gente que relega los problemas urgentes de la práctica por “chaquetas mentales” que de nada sirven. En ese momento quise renegar de mi gremio y me cuestione fuertemente si tenían razón, siendo yo a fin de cuentas la que nunca comprendió qué hacer ahí. A pesar de esto, volví la mirada a mi proceso de formación, recuerdo que, aunque en escasamente, sí tenía lugar el pensar del modo en que lo hago teóricamente.

Diferente pasó en el congreso de filosofía. La cuestión de la hermenéutica si bien puede desmarcarse de la filosofía y la pedagogía, ambas en la articulación pretendida recibieron retroalimentación. Los hermeneutas se mostraron interesados en aquello que de pedagogía pude hablarles, más allá de si hacía uso o no de sus herramientas, aunque sigue prevaleciendo una noción pre-reflexiva de la pedagogía que no compatibiliza con mi forma de comprenderla.

Sigo siendo y seré indefinidamente pedagoga, de esas extrañas que no se dedican a la planeación, capacitación, didáctica, gestión, etc., (como si la investigación y la docencia no requirieran nada de eso). Pero también seguiré formándome en filosofía. Dos cosas que trato de abordar conjuntamente y que me hace, hasta ahora, no encontrar una comunidad académica que de pronto pueda voltear la mirada y decirme algo de lo que hago. Unos por desprecio, otros por no comprender una parte(o filosofía o pedagogía) y otros por desinterés.

Espero que esto cambie pronto...