lunes, 23 de enero de 2012

A puerta cerrada

Desde el 8 de septiembre del 2011 no había escrito para esta plataforma. Sin poder dormir, las razones iban desde la pérdida de la realidad hasta la inmersión más absoluta en ella. ¿Será que habré cerrado frente a mí la puerta a la realidad? O ¿quedó cerrada tras de mí habiéndola cruzado? Fueron ambas. Un vaivén que duró hasta las inevitables ganas –ojo, que no exigencias– de escribir. –Estoy tentada a escribir que deseaba ver en papel lo que se me viene a la mente, haciendo que mi mano, empuñando la pluma, repita con tinta haciendo surcos negros en el blanco. Pero tendría que admitir que mi mano fuera una extensión de la pluma que no tengo, y pensar que mis dedos escurren la tinta que no mancha. Es un darme cuenta que sólo estoy frente al ordenador–.

Cerré la puerta frente a mí, pues quise armar de ficción la realidad. Darme tiempo de soñar aún sin dormir, pensar más allá de las referencias. No me cuestiono si, entonces, quedé en la obscuridad o más bien la teñí de luz. De cualquier manera la ceguera me acompaña desde siempre y las gafas sólo la esconden cuando han sido capaces de seducirla. Cerré la puerta detrás de mí una vez atravesado el marco. Sin duda lo hice. Pero ya no sé qué realidad me recibió en sus arcas. Las bondades me fueron dadas a manos llenas y la ficción se confundió. No más lo estoy yo. Una realidad ficcionada que cierra la puerta a la realidad o una ficción realizada que cerró la puerta a la realidad ficcionada.

De todas formas, he decido más bien dejar la puerta a la realidad abierta. Pues parece que es en su marco en el que la realidad se esconde. Dejaré que se abra para uno o para otro lado.



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