jueves, 17 de junio de 2010

Claro-oscuro

"Un hombre sensato se hará la reflexión de que la vista puede ser turbada de dos maneras y por dos causas opuestas: por el paso de la luz a la obscuridad, o por el de la oscuridad a la luz; y aplicando a los ojos del alma lo que acontece a los del cuerpo, cuando la vea turbada y embarazada para distinguir ciertos objetos, en lugar de reírse sin razón de semejante perplejidad, examinará si proviene de que descienda de un estado más luminoso, o si es porque, pasando de la ignorancia a la luz, quede ofuscada por su fulgor excesivo" (Platón, La República)


La luz de gran incandescencia produce un efecto óptico que reconocemos como “deslumbramiento”, es decir, una pérdida momentánea de la vista, pero que refiere también a la obnubilación producto del encanto por alguna cosa. Este efecto, más notable cuando se sale de la oscuridad o bien se entra en ella, provoca “ilusiones”, en tanto percepciones erróneas, o bien “ceguera”, es decir, la imposibilidad total para ver.

Haber estudiado pedagogía (e intentando seguir haciéndolo) para tener una mirada sobre la educación implicó haber vuelto la cara hacia la luz. En ocasiones me encuentro deslumbrada, llena de "ilusiones", frente a mi objeto confuso, puesto que parece llegar a mí entre sombras, debido a la manipulación que otros hacen de él. La tesis que presenté como la culminación de un tramo del trayecto está llena de aproximaciones en claro-obscuro, producto del “deslumbramiento” por las reflexiones teóricas y filosóficas que se abordaban y que me dejaban ver sólo algunos destellos y negruras (mi saber e ignorancia). Hundida en la penumbra por la limitación para ver la luz de frente, no sé en qué parte de la caverna me encuentre.

Cuento ya con una deficiencia visual, hipermetropía para ser precisa, y mis ojos están corregidos por unas gafas, mismas que me protegen de ciertos resplandores y me permiten ver con claridad algunos aspectos incluso no visibles por los demás. Sí, hablo de mis lentes de graduación, pero también de aquellos que como pedagoga porto y me aclaran cosas a la vista. Protegida o no, el próximo paso corresponde a recorrer la vía que se ha planteado para acceder a la luz: la filosofía. Lo que intento no es abandonar la pedagogía, sino verla de manera distinta (lo cual no sé si será jugar entre la sombra y la luz).

Me pregunto ¿Qué sucederá al encaminarme a la luz? ¿Modificaré mis gafas? ¿Me dolerán los ojos y querré regresar a donde me encontraba? ¿Las ilusiones me engañarán? ¿Podré restablecer mi mirada? ¿Se agudizará mi visión? ¿Quedaré ciega?

A pesar de las dudas, la quiero ver, para ello he abierto la puerta.
(Cualquiera dirá: una caverna carece de puerta, pero yo la había colocado)


 


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