viernes, 9 de julio de 2010

La partida

La decisión está tomada, no hay marcha atrás. He hecho ya la mochila, he vuelto a guardar aquello con lo que llegué. Hace un poco más de tres años, aún lo recuerdo a la perfección. Un recibimiento cálido, pero también hostil, y yo plagada de expectativas e ilusiones que dejaba frente al ordenador de aquel cubículo. Tenía, si bien es cierto, una vista envidiable desde ahí, era espectadora de los movimientos más sutiles que se gestaban en torno a mis intereses pero también de muchos otros a quienes sólo les llegaba el impacto.

Coincidía en pasillos y escaleras con personas a quienes aún veo o recuerdo, todos testigos de la forma en que moldeaba –lo sigo y seguiré haciendo–.

Decir que estaba ahí era una llave maestra que abría infinidad de puertas, lo que antecedía o precedía a mi nombre (según fuera el caso) era mucho más importante puesto que hablaba al parecer de lo que sabía (pero supongo debía decir más de lo que ignoraba). Más que hablar de mí era mencionar lo que otros habían logrado, algo contra lo que no se puede luchar so pena de siempre quedar en el camino.

Siempre quise permanecer ahí, todo me era familiar: los temas de conversación, los recortes, las novedades, las personas, su peculiar forma de mirar. Llegué a ser capaz de distinguir las trincheras e incluso a ubicarme detrás o delante de ellas. Sin embargo, faltaba el disparo que me hiciera caer perdiendo de una vez por todas la razón por la que mantenía de pie: la esperanza. ¿De qué? Siempre fue incierto y nunca me percate de ello.

Ya en todo ese tiempo había emprendido un cambio, la mochila sólo la cargué unos cuantos pasos, nada más. Había atravesado una puerta que me ofrecía perspectivas distintas de las cosas pero seguía siendo la misma altura de siempre. Este cambio fue decisivo en lo último de mi estancia, conocí aún más lo difícil que es estar en el lugar que ensoñaba mientras leía sobre él.

Ahora las cosas son diferentes, cargo la mochila para cambiar de escenario, me parece más pesada que al principio. En algún momento quise que el cierre se descompusiera y no poder encerrarlo todo ahí, pero funcionó y esta vez seré cuidadosa en lo que dejaré salir de mi carga. Va llena de mí, de lo que quiero y lo que no también, lo que logré mientras estuve ahí, lo que esperaba, nunca llegó y he dejado de esperar. El peso es por lo llena y vacía que me pareció al cerrarla.

Las puertas que dejé me parece quedaron entreabiertas con la seguridad de que al volver ya no será lo mismo, esas puertas conducen a muchas más que quiero recorrer aunque trataré de llegar a ellas desde una nueva.

1 comentario:

  1. FELICIDADES¡¡¡ EXCELENTE¡¡ ANIMO EL CAMINO ES INMENSO PARA PERSONAS COMO TU ¡¡¡ MI ADMIRACIÓN Y RESPETO POR ESTA ETAPA DE TU VIDA¡¡DIOS TE ACOMPAÑA¡¡¡

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