Acostumbrada a los balances e informes cualitativos –aunque ajenos– de lo hecho o imaginadamente realizado, es momento de hacer algo que dé cuenta de lo que pasó en el año que justo hoy han decidido que termina (por lo menos aquí parece quedar claro el tiempo contemplado y lo mejor, sin formato).
El 2010 se caracterizó por el cierre de ciclos y decisiones importantes. Lo que me implicó de lleno en el primer tercio del año fue mi titulación. Haber logrado obtener por fin el papel que indica el término de una forma de vida que se había prolongado desde la niñez entre las aulas, las butacas y los maestros. ¡Vida que decidí continuar! cosa que aún hoy me sigue pareciendo arriesgado, emocionante y necesario. El segundo tercio del año recuerdo como lo más significativo el festejo de mi cumpleaños, algo extraño a decir de los tantos y tantos que habían sido olvidados, el inicio de una aventura que no sé a dónde me llevará pero en la que he aprendido a hablar y, finalmente, la vuelta de tuerca (para algunos traición, para otros formación y para otros ver la luz). El último tercio bastante gratificante, reconocimientos de antaño, retribuciones y contribuciones, un viaje inolvidable y sueños cumplidos. Entre todo esto, conciertos inolvidables y canciones que me acompañarán muchos años más.
Pero el 2010 viví entre libros (o así quiero recordarlo). Los forzosos, de una y otra clase, los de buró disfrutables, los regalados, los leídos entre líneas cargados de tedio, los esperados… Los convertidos en películas constantes que parecen decirme más de lo que veo y siento a diario. Ellos han exigido un cambio en mi vida, tener que escapar de la realidad para sumergirme en otra que me ha llevado a senderos extraños o familiares, o mejor dicho, extrañamente familiares. Además, los cambios de espacio han sido necesarios, los libreros ya no se dan a basto, atiborrados de ideas parecen pesar aún más. Los teclados también hablan del 2010. Fueron necesarios por lo menos 3, cada uno recibió las caricias que hubiera querido dar. Asimismo el monitor fue la pantalla a través de la que el mundo se hacía visible gran parte del tiempo, error que para el próximo año tendrá que ser resarcido. Pero no por ello dejé de disfrutar de muchísimas cosas que sólo creen hacerlo aquellos a quienes fingidamente no les importa lo académico (lo siento por mi familia).
Así el 2010 fue de nuevos escenarios, colegas, compañeros, y amigos y el refrendo de compromisos de amistad, amor, cariño, estima. No puedo dejar de lado que el trayecto no fue en soledad, mencionar a cada uno de los partícipes de este año sería reconocer a aquellos que formaron parte, incluso por segundos, de cada una de las travesías y caminos andados. Para evitar omisiones diré gracias a quienes se sientan aludidos con esto. Mención aparte merece mi cómplice, sí, ya lo conocen, mi inseparable JRN. Un año más que pasamos juntos a lo largo de un proyecto de vida que se va trazando por sí sólo, sin prisas.
Este balance no tiene fin, pues tendría que ser acompañado del plan para el próximo año so pena de que lo regresen por estar incompleto y con ello se juegue mi recontratación en la vida del 2011…
Con propósitos abiertos, esperando pase la noche vieja.
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